Leyendas Mexicanas

Los enamorados conocían el firmamento. La curiosidad por saber qué había bajo de él hizo que descendieran a conocer la tierra. Allí la vida es diferente. El sol no brilla todo el tiempo, descansa por las noches. Hay más colores, texturas, sonidos y animales que en todos los cielos recorridos.

Cristian Abeldia
Cristian Abeldia
19 de July · 393 palabras.
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🕘 Resumen

El artículo cuenta la historia mítica de la pareja celestial Izcozauhqui y su amada, una mujer que encontró en una laguna resplandeciente y con quien decidió descender a la Tierra para vivir. A pesar de los prohibiciones de los dioses, los dos enamorados decidieron quedarse en la Tierra para siempre, desobedeciendo así las leyes celestiales. Como castigo, la mujer enfermó y murió, dejando al príncipe con la triste tarea de llevarla a una montaña cercana a las nubes, donde la dejó velada y como si estuviera durmiendo. La historia es parte de la tradición de las culturas prehispánicas y refleja la importancia de la naturaleza en sus mitos y leyendas, mientras que también transmite valores como la curiosidad, el amor y la desobediencia. La historia es una alegoría sobre la vida y la muerte, el amor humano y su relación con los dioses y la naturaleza.
IZTACCIHUATL Y POPOCATEPETL

Tonatiuh, el Dios Sol, vive con su familia en el cielo 13 en el que no se conoce la oscuridad ni la angustia...El hijo de Tonatiuh era el príncipe Izcozauhqui a quien le encantaban los jardines. Un día el príncipe oyó hablar de los vergeles del señor Tonacatecuhtli. Curioso fue a conocerlos. Las plantas parecían más verdes y los prados frescos y cubiertos de rocío. Al descubrir una laguna resplandeciente se acercó con presteza y al hacerlo, se encontró con una mujer que salía de las aguas ataviada con vestidos de plata. Se enamoraron de inmediato ante el beneplácito de los dioses. Pasaban el tiempo juntos, recorrían un cielo y otro. Pero los dioses les prohibieron ir más allá de los 13 cielos.
Los enamorados conocían el firmamento. La curiosidad por saber qué había bajo de él hizo que descendieran a conocer la tierra. Allí la vida es diferente. El sol no brilla todo el tiempo, descansa por las noches. Hay más colores, texturas, sonidos y animales que en todos los cielos recorridos.
Los príncipes, al descubrir que la tierra es más hermosa que los paraísos celestiales decidieron quedarse a vivir en ella para siempre. El lugar escogido para su morada estaba cerca de un lago, al lado de valles y montañas.

Los dioses, furiosos por la desobediencia de la pareja, decidieron un castigo. La princesa enfermó repentinamente, fueron vanos los esfuerzos de Izcozauhqui por aliviarla. La mujer supo que esa era la sanción de los dioses, Tonatiuh se lo hizo saber con sus abrasadores rayos. A ella no le permitirían vivir.

Separándolos, con su muerte, para siempre. Se lo dijo al príncipe, le pidió que la llevara a una montaña con el fin de estar junto a las nubes, para que, cuando él regresara con su padre, pudiera verla más cerca desde el cielo. Fueron sus últimas palabras, después se quedó quieta y blanca como la nieve.

El príncipe con su preciosa carga a cuestas caminó días y noches hasta llegar a la cima de la montaña. Encendió una antorcha cerca de ella, la veló, como si la princesa durmiera.

Izcozauhqui se quedó junto a ella, sin moverse, hasta morir. Ella se convirtió en la mujer dormida (Iztaccíhuatl) y él en el cerro que humea (Popocatépetl).

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