El Dinero Como Sirviente, Nunca Como Amo

Quitarle importancia al dinero o privarle del lugar y espacio específico que tiene en nuestras vidas es una completa NECEDAD, es uno de los errores capitales en los que puede incurrirse. Con actos como estos el hombre solo culmina una historia de ignorancia infame con respecto al tema.

Carlos Nava Condarco
Carlos Nava Condarco
1 de December · 2691 palabras.
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🕘 Resumen

El dinero es una presencia constante en nuestras vidas y es imposible separarse de él en forma alguna. Su papel regulador hace que incluso controle el tiempo, determinando momentos precisos para hacer o no hacer ciertas cosas y limitando nuestro destino. El dinero también influye sobre nuestras emociones, definiendo el nivel de nuestras alegrías y penas, y puede gestionar nuestros valores más profundos como la fe, la virtud, el conocimiento, la paciencia y el amor. Es un error grave ignorar el lugar fundamental que ocupa el dinero en nuestras vidas. De hecho, nuestra relación con el dinero se forja mucho antes de nuestro nacimiento, en la genealogía familiar. En lugar de ignorarlo, debemos aprender a manejarlo de manera adecuada y responsable. Aceptar y controlar la omnipresencia del dinero es esencial para nuestro éxito y bienestar tanto en lo personal como en lo profesional.
El dinero es un elemento del que no podremos desvincularnos en forma alguna a lo largo de nuestra vida, no existe una manera racional de evitar su omnipresencia y su importancia entre todos los actos que realizamos desde que tenemos uso básico de conciencia; el dinero es condicionante, determinante, definitorio.

El carácter regulatorio del dinero establece incluso control sobre la dimensión temporal de las personas, porque determina momentos específicos en que ciertas cosas pueden o no pueden hacerse, intervalos de tiempo que pueden o no pueden sostenerse por algo o para algo, tiempo específico para iniciar, tiempo específico para concluir, momentos para detenerse y momentos para avanzar.

El dinero controla nuestro tiempo y de allí se acerca mucho a controlar nuestro destino. El carácter regulatorio del dinero interviene también en la dinámica del alma porque influye de manera casi incontenible sobre nuestra dimensión emocional, definiendo el carácter y el grado de nuestras alegrías y de nuestras penas, del gozo y de la zozobra. El dinero puede controlar nuestras emociones y desde allí también se acerca mucho a controlar nuestro destino. Por último, el carácter regulatorio del dinero interviene en los espíritus, afectando valores profundos, factores esenciales de la forma de ser: la fe, la virtud, el conocimiento, la paciencia, el amor. El dinero puede controlar nuestros espíritus y desde allí, con seguridad, gobernará nuestro destino.
Quitarle importancia al dinero o privarle del lugar y espacio específico que tiene en nuestras vidas es una completa NECEDAD, es uno de los errores capitales en los que puede incurrirse. Con actos como estos el hombre solo culmina una historia de ignorancia infame con respecto al tema.

Esta historia se inicia en muchas ocasiones decenas de años antes del nacimiento de cada persona, porque la naturaleza de la relación que se tiene con el dinero está forjada frecuentemente por los padres y por los abuelos y por los padres y los abuelos de estos, remontándose profundamente en la genealogía familiar. Y aún en vida, la persona nace y se desenvuelve en un estado de completa vulnerabilidad con relación al dinero durante muchos años hasta que alcanza el nivel básico de conciencia y madurez. Todo ello conspira para hacernos víctimas de una dinámica impiadosa.

La lógica que construimos con respecto al dinero proviene primero de la educación que recibimos en el seno familiar, en este sentido somos inermes receptores, y dependiendo del contenido y de la calidad de esta educación primera, potenciales víctimas.

La responsabilidad familiar en términos de la educación de los niños sobre el dinero tiene carácter imperativo. De la manera en que se encare depende el nivel de vulnerabilidad que se tenga luego y la forma en que esta compleja relación se lleve a cabo en el curso de la vida; sin la apropiada participación familiar la debilidad del hombre en su relación con el dinero puede tomar dimensiones estructurales difíciles de modificar a lo largo del tiempo. Ahora bien, esta misma participación familiar en la educación con respecto al dinero es muchas veces errónea porque en la mayoría de los casos únicamente se remite a la transmisión de experiencias heredadas y vivencias propias altamente condicionadas por las anteriores.

El error de las familias en el proceso de educar a los hijos en la temática del dinero, tiene dos ejes conceptualmente equivocados:
  • a) Los padres sostienen, muchas veces, que el dinero no es importante.
  • b) Los padres afirman, también muchas veces, que el dinero no lo es todo en la vida.

La primera afirmación, por demás común, es absolutamente absurda. El dinero es un aspecto Muy Importante en la dinámica que nos toca vivir (la misma que por otra parte no hemos escogido y que nos resultaría muy difícil cambiar de manera radical).

La segunda afirmación es una verdad de Perogrullo. Obviamente el dinero no lo es todo en la vida y por ello mismo no se debe ni aumentar ni disminuir su específico valor con afirmaciones como esta. La comida no lo es todo en la vida, pero ¿nos ocupamos mucho de resaltarlo?; la educación no lo es todo en la vida, ¿enfatizamos dramáticamente esto?; tampoco la diversión, el ocio o el trabajo lo son todo en la vida, pero ¿así lo afirmamos con contundencia? Sin embargo en el caso del dinero este error, que es más que sutil, se comete masivamente y la consecuencia se aloja en uno de dos extremos: o se concluye por dar poca importancia al dinero o se termina por convertirlo en lo más importante.

Curiosamente las familias que han alcanzado resultados mejores en su relacionamiento con el dinero educan con mayor sabiduría a los hijos en la materia y con ello construyen otro hecho de naturaleza incuestionable: la transmisión generacional de la prosperidad financiera.

Y es que el dinero, como pocas cosas en la vida, es capaz de generar niveles importantes de frustración entre las personas, a ello obedecen las afirmaciones inflexibles. Quienes no han superado los efectos de la frustración propenden, casi instintivamente, a restarle valor al hecho y así lo transmiten en sus esfuerzos educativos; quienes por otra parte, no son víctimas importantes de esta frustración, colocan la temática en un estado más apropiado.

La fórmula definitiva para el tratamiento del dinero en la vida es muy simple: el hombre es quien debe DOMINAR al dinero y no dar margen a lo contrario.

El dominio involucra poder y éste solo emerge del conocimiento; entre que mayor es él, más amplio el poder y la capacidad de establecer el dominio. Cuando nuestro conocimiento sobre el dinero proviene desde el seno de la familia, el esfuerzo constituye carga más ligera y la probabilidad de la victoria se incrementa.

El dominio también involucra sometimiento y el dinero debe ser sometido a los intereses mayores de quien determina los cursos de acción. O el dinero es “sirviente” o el dinero es amo; poderoso sirviente o poderoso amo. La dicotomía solo se resuelve por efecto de la capacidad de dominio.

El dominio, a su vez, representa soberanía. O es el hombre quien determina el “como” y el “cuando” con respecto a los alcances y beneficios del dinero, o es éste quien establece las pautas. El soberano no se sujeta, el soberano determina.

El dominio, finalmente, significa independencia. O el dinero depende de nuestra capacidad de producirlo o nuestra capacidad depende del dinero.

¿Cómo se alcanza Dominio sobre el dinero? A través de tres hechos, todos de similar importancia:
  1. Teniendo la capacidad necesaria y suficiente para producirlo. Aquí el conocimiento es vital, tanto de lo que es la dinámica específica del dinero como el conocimiento básico para generarlo a través de algún oficio o de algún emprendimiento. La ignorancia o la carencia importante de conocimiento es sentencia definitiva para concluir bajo el dominio del dinero.
     
  2. Perdiendo el temor al fracaso en los intentos de producir dinero. A mayor temor, menor la capacidad de producción de dinero y más exiguo el resultado final. Este es un tema de carácter, de resolución; debe existir esencialmente la determinación de alcanzar el dominio y no estar sujeto a las desventuras de quién es dominado.
     
  3. Teniendo la habilidad de VENDER “esa capacidad” de producir dinero, porque en tanto el conocimiento de un oficio o la capacidad de un emprendimiento permanezcan inactivos o no sean expuestos claramente a las demandas de la colectividad, no pueden materializarse. La capacidad de producir dinero tiene que ser puesta en práctica en el mercado, en la colectividad, en el medio social que determina el intercambio económico. Y esto, además, debe ser efectuado en el marco de una implacable dinámica competitiva con respecto a la misma oferta. La habilidad de “vender” satisfactoriamente la capacidad de producir dinero termina por ser parte intrínseca del propio conocimiento.
La combinación de estos tres factores es determinante en el proceso de alcanzar dominio sobre el dinero. Si éste es escaso, porque no se tiene la capacidad necesaria para producirlo, el equilibrio se pierde en beneficio del dominio del dinero sobre las personas. Si por otra parte existe una capacidad básica de producir dinero pero ella se encuentra condicionada por aspectos de actitud negativa al riesgo, el resultado termina siendo el mismo. Por último si la capacidad y el carácter no se ponen efectivamente en movimiento, ninguna cualidad se perfecciona. El dominio sobre el dinero precisa que todos los factores se encuentren y desarrollen una sinergia positiva.

Un cuarto factor que podría considerarse de importancia en la fenomenología asociada al dinero no tiene una relación directa sobre el dominio aunque no carece de valor específico: la administración misma del dinero producido. Es cierto que la incapacidad de administrar apropiadamente el dinero puede generar fragilidad y con ello conducir a estados permanentes de precariedad, pero en éste ámbito se está hablando de eficiencia, no de efectividad.

Es necesario ser eficiente en la administración del dinero porque ello contribuye a la estabilidad, pero lo único que garantiza dominio es la efectividad, es decir la capacidad específica de producir dinero.
Y es que en la temática de dinero no es aconsejable el esfuerzo de contextualización, porque es absolutamente cierto que el fenómeno está conformado por un conjunto grande de variables pero el esfuerzo de entenderlas todas puede restarle importancia a la variable neurálgica: el dominio. Con el dinero el acercamiento debe ser directo y el enfoque preciso: o se domina o se es dominado.

No debe olvidarse que la mayor proporción de la gente en este mundo (aunque la estadística precisa no está al alcance de este comentario) padece problemas con el dinero. Son muchos más aquellos que se encuentran entre las “víctimas” que entre quienes controlan el fenómeno. Ante una realidad así constituye asunto de responsabilidad ser contundente en las afirmaciones: con el dinero se necesita ser eficaz antes que eficiente; primero se obtiene el dominio y luego se optimiza el proceso, porque en esto último bien puede ya estar involucrado un factor de acumulación, lo que de hecho es algo diferente a lo anterior. Quienes obtienen dominio sobre el dinero pero no alcanzan eficiencia en su administración puede que no sean muy buenos prospectos para la abundancia financiera, pero en todo caso tienen enorme probabilidad de no estar inscritos entre las víctimas del fenómeno.

El dominio sobre el dinero se sustenta entonces en conocimiento, carácter y habilidad para vender ambos ante quienes demandan esos factores y están dispuestos a pagarlos. Ninguno de estos tres elementos debe fallar de manera notable.

El conocimiento que sea capaz de producir dinero no está necesariamente asociado al entendimiento ortodoxo de educación o de formación profesional (tampoco los excluye, por supuesto). Este conocimiento está vinculado a CALIDAD. El único conocimiento que en sí mismo está habilitado para producir dinero de manera sostenida es aquel conocimiento que se practica con Calidad. No se trata de ser un abogado erudito, se trata de ser el Mejor abogado; no se trata de ser un médico con años de estudio y de experiencia, se trata de ser el Mejor médico; tampoco se trata de ser o medico o abogado para exponer conocimiento, porque igual o mejor equipado puede estar el heladero o el herrero si es el Mejor heladero o el Mejor herrero. El conocimiento que produce dinero es aquel que se practica con la mayor Calidad.
Para efectos de alcanzar dominio sobre el dinero, el entendimiento tradicional sobre la educación y el conocimiento puede provocar un circuito vicioso. La vida hoy no garantiza nada a quienes calculan que por ingresar a la academia avanzan en su objetivo de producir dinero; mayor probabilidad le puede estar reservada al peluquero o al plomero. Todo radica en la CALIDAD del ejercicio que se haga del conocimiento. La gente debe estar consciente que el mayor conocimiento o la mejor formación es sólo un pergamino en la pared sin la determinación de ponerla en práctica y ser catalogado como el Mejor en aquello que haga. Aquí radica la capacidad de producir dinero.

Lo mismo se aplica a quien opta por el emprendimiento como mecanismo de producción de dinero, porque a él también se le demanda Calidad, en el producto o en el servicio que ofrezca. De ello depende su capacidad de producción.

Con respecto al segundo elemento necesario para alcanzar dominio sobre el dinero, puede quedar corta cualquier exigencia. Y es que nuestro sistema actual de vida es implacable y poco le perdona al indeciso, al pusilánime o al que no quiere asumir riesgos por un equivocado sentimiento de seguridad. El mundo actual demanda Carácter para acompañar cualquier conocimiento y alcanzar la capacidad de dominar al dinero. Y el Carácter se forja en la desventura, en la adversidad, en la caída. Quien a priori evita todo esto por temor, nunca llega a forjar el Carácter necesario para hacer el viaje y superar las pruebas. Woody Allen decía: “Me ha llevado diez años tener éxito de la noche a la mañana”. El Carácter se fortalece en cada caída y el éxito se manifiesta cuando nos levantamos nuevamente. Son muchos más los que pueden alcanzar un conocimiento de Calidad que aquellos que pueden acompañarlo con el Carácter necesario.

Por último, la capacidad de vender lo que uno es y lo que puede hacer, es indispensable ante las exigencias que plantea nuestra realidad colectiva y nuestra esencia social. Esto no se trata de ser para nosotros, se trata de ser para otros. El dinero es un producto transaccional y tanto tiene que ver con nosotros como con los otros. Las personas que solo pueden admirar su propia nariz y no están dispuestos a exponerla ante los demás no pueden alcanzar el dominio del dinero. En la lógica transaccional poco importa lo que uno piense o crea de sí mismo, importa lo que los demás crean o piensen de uno y así favorezcan la transacción. El conocimiento y el carácter pueden terminar impolutos en un closet de la casa si no se venden a los demás, y de allí cualquier tipo de orgullo mal entendido concluirá por estar “finamente” sometido al dominio del dinero. Gertrude Stein, la escritora estadounidense afirmaba: “El dinero siempre está ahí; sólo cambian los bolsillos”. Este “cambio de bolsillos” se produce únicamente cuando alguien “compró” lo que nosotros QUISIMOS vender.

La Pobreza en esencia no está explicada por la falta de dinero, más bien por la falta del conocimiento necesario para dominarlo.

A veces resulta un desconsuelo no poder ser más positivo o estimulante en el tratamiento de la temática vinculada con el dinero, y es que en realidad el tema en sí es bastante árido. Lo único que obliga el tratamiento es la definitiva importancia que el fenómeno tiene, porque son incontables los problemas, las angustias y las desdichas que se ocasionan por esto. William Shakespeare el gran poeta y dramaturgo inglés decía: “si el dinero va delante, todas las puertas se abren”; y esta es una sobria…, sobria verdad. Las puertas cerradas en la vida afectan el alma y dañan el espíritu. El dinero, al fin y al cabo, está allí para ayudarnos a abrirlas.

Por otra parte, el dominio que podamos alcanzar sobre el dinero seguramente sustentará la afirmación de ése otro hombre grande, José Ingenieros, quien con el mayor pragmatismo nos dejó en herencia esta frase: “La felicidad que da el dinero está en no tener que preocuparse por él”.

DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, tiene 45 años, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente Socio Gerente de la empresa CHAINS SRL, administradora de la cadena de restaurantes de Taxi Subs, Pizza Uno, Chifa Box, Clock´s, Buenos Aires Grill, Family Center y Big Ben.
Es autor de los libros “El Strategos y la guerra en el mundo de los negocios” y “Los Problemas y Yo: historia de una amistad”
Email: [email protected]

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