Emoción: el Mayor Amor

No hace mucho en una ciudad cercana se realizó un evento cultural a beneficio del medio ambiente con mensajes sobre el aborto y otros temas. El lugar estaba abarrotado de personas, pero la mayoría de las sillas delanteras eran ocupadas por los ancianos del sitio. En cada acto la gente aplaudía, se reía o lloraba, pero una de las dramatizaciones nunca será olvid

Jaime Mora
Jaime Mora
1 de March · 1150 palabras.
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🕘 Resumen

En un evento cultural a beneficio del medio ambiente en una ciudad cercana, la mayoría de las sillas delanteras estaban ocupadas por ancianos. Durante una dramatización, en la que se simulaba el interior de una casa, la madre de una de las señoritas que compartían sus experiencias de vida en la supuesta sala de comedor notó que la conversación se puso tensa y empezó a ser agitada por su hija. Al entrar en la sala, escuchó a la mejor amiga de su hija decirle en tono grave y preocupado si no se lo contaba a su madre. Al preguntar su mamá, un abuelo en la primera fila gritó que estaba embarazada, provocando la risa del público. El artículo resalta la capacidad que tenemos las personas de influir en las emociones de los demás en la vida cotidiana, no solo en el ámbito teatral. Los ancianos presentes en el evento cultural demuestran que, a pesar de la edad, pueden sentirse motivados y disfrutar de actividades culturales. En este caso, la dramatización logró generar tensión y preocupación en la madre, lo cual es un ejemplo de cómo podemos influir emocionalmente en los demás.
 No hace mucho en una ciudad cercana se realizó un evento cultural a beneficio del medio ambiente con mensajes sobre el aborto y otros temas. El lugar estaba abarrotado de personas, pero la mayoría de las sillas delanteras eran ocupadas por los ancianos del sitio.
En cada acto la gente aplaudía, se reía o lloraba, pero una de las dramatizaciones nunca será olvidada por la participación y reacciones de la gente. Esa mañana iba a ser totalmente diferente.
En la tarima, el escenario simulaba el interior de una casa. En la supuesta sala de comedor se encontraba un grupo de señoritas compartiendo sus experiencias de vida, mientras en la cocina la madre de una de ellas les preparaba una rica merienda.
La progenitora estaba contenta con la presencia del grupo de lindas parlanchinas hasta que notó que la conversación se puso tensa. Sintió el volumen de la voz disminuir, se empezaron los brazos a cruzar, los seños a fruncir y las facciones a endurecer. La señora no le dio mucha importancia al asunto, hasta que sintió un agresivo agitar de brazos de parte de su hija.
Indignada por la falta de educación fue al lugar para hablar sobre las elementales normas de cortesía. Sin embargo, estas fueron olvidadas cuando al entrar en la sala escuchó a la mejor amiga susurrar en tono grave y preocupado:
― ¿Por qué no se lo dices a tu mamá? ¡Ella te comprenderá!
Parálisis, sorpresa, curiosidad, preocupación, duda. Surgieron tantas inquietudes como colores en su rostro. Con más ímpetu que discreción, increpó a su hija y le preguntó:
― ¿Qué es lo que me debes decir?
Y siguió:
― ¿Qué es lo debo comprender?
Insistió:
― ¿Qué es lo que no me has dicho?
En ese instante se levantó un abuelo de la primera fila y con voz estrepitosa gritó diciendo:
― ¡Es que está embarazada! ¡Está embarazada!

Y el público soltó la carcajada.
No es necesario ser un actor de teatro para influir en las emociones de los demás, es común en la vida generar risa, avivar llanto, enojar, inducir ira, engendrar humillación, en fin, producir malestar o bienestar en las personas. El mundo está lleno de emociones y con las conductas y actitudes provocamos reacciones y respuestas sentimentales en el entorno.
Por ejemplo: si le hablas tiernamente a tu pareja, obtienes una respuesta paralela. Si le hablas duramente a tus padres, obtienes dureza de vuelta. Si le gritas a alguien en la calle, su respuesta será diferente al regalo de una sonrisa, pero la gran mayoría de las veces obtendrás un reflejo.
Se dice que cuando tratamos con una persona de edad avanzada es como tratar con un niño, ellos lloran, se ríen, se lamentan, se conduelen, se consuelan. Se animan con la misma facilidad con la que se preocupan. Y esto es debido a que su afectividad es más frágil, son más sensibles a las influencias del entorno, todo les conmueve.
Los actos dramáticos bien puestos en la escena tienen un efecto sobre los sentimientos, un poder de atracción. Cuando son llevadas inteligentemente sostienen la atención y alientan estallidos emotivos. Es lo que sucedió en ese instante con el abuelo de la historia, él -como buen longevo- se autoinduce con frecuencia a manifestarse emocionalmente.
Las escenas dramáticas de la vida real le producen reacciones afectivas de todo tipo a cualquier individuo. Puede ser el fanático que grita exaltado ante el triunfo de su club o el corazón hinchado de orgullo por el triunfo de un coterráneo en un evento internacional o el alma entristecida por la escena de hambruna y enfermedad de los niños en miseria. Dependiendo de tu ser, podría ser casi cualquier cosa.
Otras catalizadoras sentimentales son las escenas de vida en tu diario acontecer, de tu entorno, esas que te tocan directamente. El llanto contenido -pleno de satisfacción- del padre en el acto de graduación de su preciosa hija, el orgullo ensanchado por la conclusión de la obra por la que tú y tu comunidad han trabajado por años o la cara de ilusionada correspondida de la mujer ante una tierna declaración romántica. Dependiendo de tu vida, casi cualquier cosa te podría exaltar.
Son varias las situaciones que pueden moverte el piso, pero muchas más las que sacuden a los señores entrados en años. En cualquier segundo, alguno de los ejemplos anteriores podría estimular tus emociones. Ahora imagina esos momentos y esas causales multiplicados. Calcula que se duplican los eventos, se acrecienta la frecuencia y que además, se maximiza la intensidad. Esto no sería un movimiento de piso, sería un terremoto. ¿Fuerte no?
Las emociones son manifestadas a través de las palabras y de las expresiones corporales, por estas vías ellas transmiten todo a todos. Al estar con los ancianos, notamos la proliferación de esas expresiones y esto no es casual, una de sus más fuertes conmociones es precisamente la necesidad de sentirse acompañados, atendidos, reconocidos.
Es importante cuando nos relacionemos con los mayores tomar en cuenta sus expresiones, sus llamados de atención. Si bien puedes ignorarlos, ten conciencia de que provocarás en él nuevos y peores estados emocionales de depresión y/o decepción.
Si la primera base en el trato con los mayores es la atención, la segunda obviamente es la comprensión.
¿Se ha visto usted irritado porque sus intereses emotivos son chocados por un octogenario? Seguramente sí. Sin embargo, debemos entender que a veces hay que perder para ganar. Por razones de longevidad, nuestro juicio y razonamiento son más hábiles, pero esa ventaja no esta allí para imponer una postura a fuerza de lógica y conocimiento actualizado.
Tus destrezas no son un permiso para la humillación, más bien son un llamado a la comprensión.
La comprensión es empatía, es ponerse en el lugar del otro, validarlo y construir una interpretación conjunta de los hechos al respetar la visión de cada quien. Ahora bien, recordemos que para los queridos veteranos, las emociones son más intensas, por ende la capacidad de comprenderlos debe ser más aguda. Debemos razonar lo que decimos y hacemos, no solo de causa, sino sobre todo de efecto.
Uno de los mayores amores, es amar a los ancianos.
La atención y la comprensión cuando hablamos de los abuelitos es sinónimo de amor. Tenemos que emocionarnos con la inteligencia del amor infinito de su compañía. Debemos enamorarnos de los mayores, de sus anécdotas, de sus consejos, se sus risas, caprichos y achaques. Amemos nuestros apellidos, amemos nuestra raíz, amemos a nuestros abuelos.

“Ningún mar de comprensión es bastante, ni ningún río de atención es suficiente para compensar el océano de amor que habita en un abuelo”

P.D.: Te amo mi viejita bella.

Por: Jaime Mora
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