La Ilustración Erotica a Mitad del Siglo Xix

Las pocas obras a las que hemos podido acceder no ayudan a la atribución de sus ilustraciones, aunque sí denotan cierta estética popular. Estas publicaciones con ilustraciones corresponden en su totalidad a lo que hemos convenido en llamar libros pornográficos (o escatológicos en un único caso).

Pepe G
Pepe G
27 de August · 573 palabras.
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🕘 Resumen

El artículo examina los libros que contenían ilustraciones eróticas en España durante las décadas de 1820 y 1830. Aunque no se tienen ejemplares de estas obras debido a la falta de análisis directo, la información obtenida de catálogos de ventas, referencias indirectas y prohibiciones episcopales sugiere que los libros eran principalmente pornográficos o escatológicos, y que no hay muestras de obras eróticas que hayan pasado la censura. Esto indica que las campañas antionanistas de la época fueron eficaces para prevenir la publicación de materiales eróticos. Las pocas obras que se han encontrado estéticamente parecen ser populares. Por lo tanto, parece que el erotismo en la literatura española del siglo XIX era una estrella fugaz, aunque factores políticos y religiosos pueden haber contribuido a esta situación. En general, aunque la discusión sobre la era de la Ilustración y la censura han suscitado un interés considerable, tal vez no fue una época tan liberal e indulgente en asuntos de sexualidad como se podría haber pensado antes.
 
Entre las décadas de 1820 y 1830 podemos mencionar libros como La Religiosa de Diderot (con pie de imprenta de París) y actualmente en paradero desconocido, Adela prostituta y buena esposa (con pie de imprenta de Perpiñán), un apócrifo de Moratín titulado Álbum de Venus, seguido del Arte de Putear (del que desconocemos su paradero), la escatológica Canción catable,o Jácara que si oliera, El Diablo que la tuviera (falso pie de imprenta de Perpiñán) conocida posteriormente -con algunas variaciones- como Los perfumes de Barcelona, Diez años de la vida de una mujer, o memorias de la señorita Anaís C. atribuible al francés Louis-Philippe Raban y Las putas y alcahuetas de Madrid (ambas obras en paradero desconocido). De 1850 datan las 16 litografías del Ramillete de Venus (en paradero desconocido desde 1977).

La información acerca de estos libros de la primera mitad del s. XIX en su mayoría procede de catálogos de ventas, prohibiciones episcopales, referencias indirectas, etc., y no del análisis directo de los ejemplares por encontrarse todos ellos en paradero desconocido, lo que imposibilita contrastar sus ilustraciones con las de autores conocidos –litógrafos sobre todo- de ésta época en España.
Las pocas obras a las que hemos podido acceder no ayudan a la atribución de sus ilustraciones, aunque sí denotan cierta estética popular. Estas publicaciones con ilustraciones corresponden en su totalidad a lo que hemos convenido en llamar libros pornográficos (o escatológicos en un único caso) pero no hallamos para este periodo ningún ejemplar de características eróticas que hubiese pasado la censura y que llevase pie de imprenta y fecha auténticos. Esto nos indica que –por lo que sabemos- nadie se atrevió en esta época a presentar para su autorización ninguna publicación con desnudos o semidesnudos, consciente de que la censura no hubiera permitido su publicación.

Esto da que pensar también, respecto a la gran eficacia de las campañas antionanistas que se iniciaron en esta época en España. En Europa a partir del siglo XVIII se desató una guerra antionanista con los tratados específicos del Doctor Tissot (en los cuales exponía las «enfermedades de nervios, producidas por el abuso de los placeres del amor y excesos del onanismo») en la que se alertaba de los daños mentales y físicos que semejante práctica comportaba para el sujeto vicioso.
En España esta campaña seudocientífica llegó con retraso, porque a finales del siglo XVIII la censura creyó que la lectura de semejantes textos, podía excitar más que remediar un problema que los confesores ya controlaban –y que las autoridades no debían considerar urgente- y por eso no se publicó ninguno hasta 1807, siendo a partir de este año reeditado varias veces durante el siglo XIX. Otros tratados posteriores semejantes fueron los que publicaron Curtis (De la virilidad) u otros médicos especializados en enfermedades venéreas. Contaban, además, con ilustraciones de los devastadores efectos sobre la salud realizadas por el Dr. Giné y Partagás.

La divulgación de estos tratados a lo largo del siglo XIX quizás se debió al interés por frenar, por parte de las autoridades políticas y eclesiásticas del momento, el aumento de la distribución clandestina de pornografía (ilustrada o no) en el país. Esto nos hace suponer la existencia de un comercio suficientemente importante como para generar cierta preocupación y una consecuente toma de medidas, fuera del confesionario y con la connivencia del estamento médico, preocupado por la extensión de las enfermedades venéreas.

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